viernes, 17 de abril de 2009

Reencuentro en el D.F.

Me quedé con las ganas de atravesar Oaxaca en dirección a las playas de Acapulco, pero cuando uno la está pasando bueno el tiempo (y el dinero) se agota muy rápido. El haber rodeado a Belice y Guatemala por 16 horas para llegar hasta aquí, me hacía pensar que encerrarme en otro bus por tanto tiempo no era una buena idea, por suerte para mí hay muchas cosas que están de cabeza y conseguí un vuelo en Click/Mexicana que costaba $150 menos que el pasaje en flota.


La pequeña aeronave salió del Aeropuerto Francisco Sarabria de la ciudad de Tuxtla. Observaba al imponente Cañón del Sumidero pasar por mi ventana, mientras pensaba en cómo sería mi reencuentro con la española, ya habría encontrado apartamento? Qué había hecho todos estos días? Habría pensado en mí?


Cuando llegué al hostal Mirza me recibió con la buena onda de siempre, los hindúes seguían durmiendo y mi bella catalana se había ido a trabajar. No quería que ella me viera como un animal salvaje con las uñas largas, barbado y peludo, así que me fui a buscar una estética (peluquería en mexicano). Recorriendo la ciudad me topé con un centro comercial llamado Parque Delta, en el que además de recuperar la presencia encontré un Crepes & Waffles, era refrescante ver algo de mi querida patria en este lugar.


Tenía planeado almorzar allí cuando me llamó por el Skype mi buen amigo Juan Luis, el VP de una importante agencia de publicidad en México, nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en su oficina y de ahí arrancar para La Destilería, un restaurante en Polanco donde se come a lo mero mero. Pedimos unos deliciosos Molcajetes de Arrachera que podrían describirse como una bandeja paisa mexicana servida en piedra volcánica acompañada de tortillas. Al helor de unas cervezas con michelada cubana (con tabasco y otras especias), brindamos por el reencuentro y nos desatrasamos de lo que había pasado en el último año. A la hora de pagar, Juancho no me dejó poner ni la propina.


Nos despedimos con full abrazo y regresé a la Zona Rosa para el otro reencuentro. Al cruzar el bello zaguán que iluminaba el sol de la tarde ahí estaba, con sus ojos de cebada y su sonrisa picaresca, completamente sorprendida al verme me dijo con su ceceo ibérico: iRegresasteee! Enseguida la levanté por los aires y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en años. Me disponía a narrarle todas las aventuras que había vivido cuando del portal salió un alemán de cabellos abundantes y como si nada la tomó de la mano y la alejó de mi, ella aún con la sonrisa en la boca me dijo: “Nos vamos a comer pero cuando regrese me lo cuentas todo, no te imaginas todo lo que ha pasado, adioooosss...”. Con ojos de perrito abandonado yo miraba como se alejaban los nuevos enamorados y mientras sonaba “Everybody hurts” de R.E.M. sentí un pequeño fraccionamiento dentro de mi.


Ahora estaba en un dilema, no podía quedarme en ese hostal viendo como el greñudo nazi conquistaba a la ingrata barcelonesa, ya era muy tarde para buscar otro hostal y mis supuestos amigos del pasado no se habían dejado ver para nada. Así que tuve que recurrir a algo que no me gustaba, una amiga de mis padres, la llamé y no muy convencida accedió a recibirme. Tomé el taxi tan rápido que al abordarlo me golpeé la cabeza, un aparatico le decía al distraído conductor cómo llegar a nuestro destino, ya que él no tenía ni idea de donde estaba. 


Llegué al sitio en cuestión y el ascensor me dejó justo en medio de un amplio apartamento, lleno de arte religioso y con una hermosa vista de la ciudad, la dueña de casa miraba con desdén la trenza en mi cabeza y la pinta hippie en la que andaba, por otro lado el amable marido me ofreció una Corona bien fría y unos quesos mexicanos. Luego de una corta charla y ya convencidos que yo era un tipo de bien, me instalaron en el cuarto de huéspedes. A pesar de estar por primera vez en este viaje en una cama doble frente a un plasma dotado con el más moderno home theater, yo sólo ansiaba estar en la pequeña litera al lado de mi catalana.



Estaba viendo un documental en el History Channel cuando sin darme cuenta se fue confundiendo con

 mi sueño y no se si por las cervezas que había tomado o por el trancazo que me pegué en el taxi, empezaron a apoderarse de mi mente ritos mayas y antiguos cantos aztecas, entre plumas y humo de colores se fue apareciendo un corpulento chamán, que me miraba fijamente a los ojos y me decía: 


- Por qué estar triste?
- Porque mi historia ha tenido un giro inesperado.
- Tal vez historia no haber cambiado, sino tú haber cambiado de historia.
- De qué me hablas?
- Esta nunca ser una historia de amor, ser una historia aventura y búsqueda de energía. Tranquilo, todos los días la marea cambiar y seguro traer algo nuevo.

De repente, como si alguien me hubiera pegado un cogotazo en la cabeza, me di cuenta que tenía razón. Lo que había vivido con mi amiga fue muy bonito pero no estaba destinado a trascender. Mañana buscaría otro hostal y viviría una última historia antes de tener que regresar a mi bella Colombia, después de todo como me lo recordaron los cielos de vainilla de Monet que veía por la ventana, cada segundo es otra oportunidad de cambiarlo todo.

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