viernes, 17 de abril de 2009

Las Murallas de la Ribera Maya

A lo largo del litoral, encontramos en Quintana Roo la combinación perfecta entre un viaje de placer y uno de conocimiento, ya que desde las blancas playas que bañan las aguas del caribe, podemos admirar las ruinas que dan vida a las antiguas fortalezas mayas.


Cancún significa “Nido de Serpientes”, un nombre que pareciera ser en honor a los inversionistas gringos que cerraron las playas y montaron enormes edificios para comercializar cuanta cosa podían. En Playa del Carmen la vida nocturna es salvaje y sumamente agitada y Xel Ha es todo un parque de diversiones dentro de la ribera, pero aún buscamos ese sitio lleno de paz y tranquilidad donde simplemente logremos colmarnos con la energía del sol, del mar, del viento y de la arena, por esa razón llegamos a Tulum, donde sus murallas alejan la mala vibra y retienen el espíritu libre de la humanidad.


Consciente del constante estado de despiste en el que vivo tomé una decisión y ésta sería que Daniela tomaría todas las decisiones de aquí en adelante. Comenzamos a recorrer las ruinas arqueológicas de Zamá (Amanecer), una ciudad amurallada que servía de santuario y puerto seguro para los Mayas, quienes conquistaron toda la costa porque sus pequeñas canoas no eran lo suficientemente fuertes para enfrentar los berrinches del mar, así que se mantenían siempre cerca hasta llegar a otras playas de Centroamérica y así realizar sus cambalaches.


Mientras recorremos las milenarias construcciones, dejamos que la historia nos envuelva y la arquitectura precolombina nos hable. Súbitamente nos sale al paso una iguana del color de la piedra, se nos acerca con la espalda escarpada y nos dice que nos preparemos para ver el espectáculo más hermoso que hay. Pasamos por el área de desove de la tortuga marina y trepando unas resbalosas gradas se aparece ante nosotros el majestuoso Mar Caribe. Las pequeñas olas golpean contra la costa como si nos estuvieran llamando, nos quitamos la ropa y nuestro pie desnudo se encuentra con una arena amable y fresca tan reducida como el polvo del carnaval de blancos y negros, corremos hacia el azul y nos fundimos en un abrazo con el oleaje como si nos hubiera estado esperando toda la vida.

































Tostándonos cual pan para el desayuno, nuestras tripas nos recordaron que llegó la hora del almuerzo, así que nos acercamos a una gran choza donde suena “Could you be love” de Bob Marley, nos reciben dos cervezas Victoria y unos tacos de camarones como para chuparse hasta los arenosos dedos del pie. Terminado el banquete vemos la posibilidad de ir a bucear un poco, así que nos embarcamos en un pequeño bote con la versión mexicana de Cápax y a unos minutos por mar abierto nos sumergimos a presenciar la magia del coral.


Me lanzo con la astucia de aquaman pero la marea deja claro quien es el jefe, el agua se me mete repetidamente por el esnórquel y al tratar de salir a respirar una nueva ola me golpea. Empiezo a ponerme nervioso, torpemente logro mantenerme a flote con estas aletas que me quedan pequeñas. Intento volver al bote pero es demasiado tarde, me he alejado mucho de la embarcación y el perro infeliz del guía se llevó a mi amiga aun más lejos para tratar de conquistarla con su retórica piscinera. Ok, esta es la situación, o me calmo o me ahogo. Así que como puedo tomo un último impulso hacia arriba y agarrando un gran bocado de aire y me dejo flotar, por suerte soy bueno aguantando la respiración y mientras comienzo a ondear como si fuera parte del mar, veo desde arriba que los colores tienen aletas y juguetean a ritmo de calypso, en este momento me siento como si estuviera buscando a nemo. La paz del arrecife me brinda la tranquilidad que necesitaba, así que lentamente vuelvo a ponerme el esnórquel, escupo todo el agua y regreso a la lancha.

Ha sido un largo día y para pasar el salado sabor de boca que me dejó todo el agua que tomé, decidimos ir a cenar a un buen restaurante. Degustamos una deliciosa arrachera que contrario a lo que están pensando es una suave carne en tiras acompañada de un chile para lo cual si necesita estar bien arrecho para comérselo. Estamos ahí riendo de todo un poco, mientras la cantante agradece en 3 idiomas después de cada aplauso. El local ya va a cerrar y nosotros tenemos que emprender camino hacia el hostal. Mañana, una nueva despedida, Daniela regresa a Argentina y yo continúo mi camino energético hacia Palenque, un lugar en Chiapas, donde se hace más evidente la posible ayuda extraterrestre.

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