La voz electrónica de la azafata nos situó en el Terminal 1 del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. Al descender de la aeronave me pareció reconocer a una compañera de viaje, Sí! era Carolina Acevedo, hace poco la había visto en todo su esplendor en una portada de SoHo, wwooww estaba hermosísima, le hablo? pero qué le digo? Cómo le entro? ya sé! le pregunto sobre su trabajo! pero en qué trabaja? sé que es actriz pero yo nunca veo televisión, oh demonios! háblale sobre el vuelo, eso es! así como quien no quiere la cosa. Cuando volteé, ya se había ido.
El aeropuerto es sumamente grande y dado que en el mundo sólo pueden existir una o tal vez dos personas más despistadas que yo, por supuesto me perdí. Pero como no hay mal que por bien no venga, caí en un local donde estaban dando degustaciones de una nueva línea de Tequilas, mmm... no podría haber una mejor bienvenida! Antes de que la deliciosa cata me dañara las neuronas matemáticas, me fui a cambiar los dólares que traía por pesos mexicanos, el cambio está a 14.60, es decir que un peso mexicano equivale más o menos a 160 pesos colombianos.
Finalmente cual hormiga que encuentra la línea de sus compañeras, encontré la que me llevaba a inmigración, pasé y me dispuse a reclamar el equipaje, con sorpresa encontré que aquí no permanece prendida la banda transportadora de las maletas, sino que mandan una tanda, esperan a que las recojan y la encienden de nuevo para la próxima tanda. De repente oigo una sensual voz que me dice “tu maleta es parecida a la mía”, al voltear ahí estaba, brillante bajo la tenue luz del aeropuerto, con el pelo ondeando cual comercial de Pantene, Carolina Acevedo. Al mejor estilo de un tartamudo con algo de retraso mental, le contesté que sí y mientras mi cerebro trataba de encontrar algún archivo que me permitiera enriquecer la conversación, nuevamente se alejó de mi.
Como siempre lo primero era buscar un alquiler de celulares o una SIM local para el mío, pero me habían recomendado comprar una Tarjeta Ekofón de $50 con la cual podría llamar más barato a cualquier parte. Luego de llamar a reportarme, recordé que no tenía donde quedarme, así que buscando un mapa de la ciudad me acerqué a un kioskito de hoteles que había por ahí, pregunté por un sitio bueno, bonito y barato para hospedarme por poco tiempo mientras me organizaba y el me contestó que había un Hostal Internacional en la Zona Rosa que había tenido muy buena acogida, ya que por $165 estaría en una zona estratégica, me daban desayuno y tenía WiFi las 24 horas, y como si fuera poco prestaban bicicletas en forma gratuita para recorrer en centro del DF, sin pensarlo más compré un tíquet de taxi de $150 hacia el lugar en cuestión.
El hablado mexicano es divertido y como dicen aquí “súper buena onda”, al principio uno cree que le están mamando gallo, porque todos hablan igual, pero no es para menos ya que TODOS SON MEXICANOS! En fin, cojo al señor taxista y le pregunto sobre cada cosa que veo en el camino como un niño que sale de excursión, una de las cosas que captan mi interés es la gran variedad de taxis, unos son rojos con blanco, otros blanco con verde, otros dorado con rojo, etc, el me responde que cada 2 años se cambia el color de los taxis, pero que igual siguen en circulación los demás.
Llegando por el Paseo de la Reforma, pasamos al lado del Ángel de la Independencia y llegamos a nuestro destino. Me chequeo, me dan las llaves de mi locker y veo con algo de sorpresa que es una habitación con 5 camarotes y un solo baño, mmm... ok, es una experiencia nueva pero al menos todo está limpio y agradable, me recordó mis años en la Residencia Universitaria de Manizales.
Mis papilas gustativas estaban ansiosas por el aquelarre picante que les esperaba, divisé un “VIPS” cercano, restaurante al estilo de presto o frisby y pedí unas buenas enchiladas de chicharrón prensado y una cerveza Sol. Ávido por mi primera comida mexicana, di unas miradas a las delicias gastronómicas que había por ahí, ese señor se comía unas botanas de pollo, aquel tipo saboreaba una quesadilla de cortadillo, el muchacho de al lado disfrutaba de unos chilaquiles verdes en salsa de chile poblano, pero algo más captó mi atención, ese señor, aquel tipo, el muchacho de al lado, por qué todos aquí son hombres? comencé a observar con más atención los gestos y articulaciones y... oh oh! creo que a esta le llaman la zona “rosa” por otra razón... Holly Shit!
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